En este día tan especial, compartimos las palabras del profesor Roberto, dedicadas a las Mujeres Trabajadoras de nuestro Colegio.

Una suave brisa cruza desde la plaza, llega y se eleva recorriendo cada rincón, cada pasillo y cada una de nuestras aulas. Con el pasar de los años se va transformando en una ráfaga que nos guía y nos marca el camino a seguir. Su estela deja trabajo, sacrificio y capacidad, pero también deja un perfume de cariño y belleza.

Esa brisa y esa ráfaga impulsadas por ellas no pasan desapercibidas, al contrario, nos enseñan y nos contagian, nos van marcando, nos llenan de energía y nos cambian para siempre.

Desde allá abajo, sentimos esas caricias, con Mirta, con Yanina y con Galy, son las primeras que con amabilidad y una sonrisa nos reciben. En el patio, con el mural de fondo escuchamos a María José cantando y cobijando a sus jardineritos. Cuando vamos subiendo, nos envuelve el espíritu de Ruth, los abrazos y besos de Sonia, la voz enérgica de Claudia. En cualquier lugar de las escaleras nos podemos encontrar con Ana, que siempre tiene un saludo para brindarnos.

En un descanso de este camino, ya en el tercer piso, vemos a Cari, que, con su amabilidad, con su empuje y con su entrega, nos llena el alma y nos sentimos cuidados. Un poquito más allá está Ceci y Marcela, siempre sonrientes y dispuestas a atendernos.

Más arriba, con el ceño fruncido vemos a Cinthya, Alicia y a Miriam corrigiendo y ordenando, pero con el corazón abierto, para inmediatamente convertirse en madres y darnos un tierno consejo. Es imposible no contagiarse, en ese piso, con el ímpetu de Berenice y con el orden y la paciencia de Alicia.

Ya casi en lo más alto, María Elena, con insistencia nos organiza y deja preparado todo lo que pedimos.  También en lo más alto, se encuentra quien conduce y procura que esta brisa y está ráfaga no se transforme en un remolino, con mucha capacidad y talento, nos direcciona y organiza.

Y ahora, que puedo decir de ellas, mucho. Durante años fueron y seguirán siendo un ejemplo. Un ejemplo de lucha y de trabajo. Un ejemplo de capacidad y pasión. Es por ustedes que este día tiene razón de ser, es por ustedes.

Gracias, por tanto, Beatriz, Vero, Ana María, Alicia, Mirian, Agustina, Adriana, María José, Susana María, Corina, Mariana, Lía, Aymará, Anahí, Noelia, Karin, Florencia.

Gracias por mostrar a todos, que aparte de trabajar, pueden ser madres y padres a la vez, las admiro por esa entrega y por hacer todo y dejar mucho por sus hijos: Elena, Mariela, Constanza, Silvia, Analía, Alicia, Mariana y Mirta.

Gracias a quienes se fueron, sin abandonar su trabajo, Graciela, Nancy, María Inés, María Marta y Sandra. Gracias especiales para Elena.

Que esa brisa, que ustedes representan, no cese nunca, que esa ráfaga, nos siga guiando, feliz día de la mujer trabajadora.

Roberto Rodríguez