Un viaje educativo no es sino una herramienta más de la práctica docente y no un fin en sí mismo.

La búsqueda y consecución del conocimiento puede hacerse a través de diversos caminos, y uno de ellos es el contacto con la realidad, con las diferentes personas e instituciones, los paisajes, los lugares y el complejo mundo de las relaciones interpersonales.

Ver las cosas, tocarlas, analizarlas “en el lugar” es una experiencia inolvidable tanto para los alumnos como para los docentes.

Una experiencia de este tipo fue la que vivimos la profesora Silvia Raffín y yo junto a nuestros alumnos de quinto año.

Emprendimos un riquísimo viaje al que denominamos “Circuito de Fábricas”.

En cada destino nos mostraron el proceso productivo y nos contaron historias y vivencias.

Como dije antes, una experiencia muy rica ya que aprendimos un poco más acerca de las actividades productivas que llevan a cabo diversos establecimientos de nuestro país, a la vez que compartimos momentos de alegría y diversión.

En pocas palabras, ¡el viaje fue un éxito!

Por último, quiero agradecer, en nombre de la profesora Silvia y en el mío, la confianza depositadas por los padres de nuestra alumnos, quienes solo tuvieron palabras de agradecimiento y afecto.